Descripción
La segunda mitad del siglo XIX contempló el gran salto adelante del desarrollo de los métodos y equipos de fabricación de acero. Primero había sido la optimización del horno alto, tanto del equipo en sí como de la preparación de cargas, añadida a la sustitución que se había producido del carbón vegetal por el coque, optimización que comenzó a principios de ese mismo siglo. Casi simultáneamente se produjo la aparición de los convertidores, Bessemer primero y Thomas después, que hicieron posible la fabricación masiva de acero a partir del arrabio elaborado en los hornos altos.
Esta plétora de acero generó, como es lógico suponer, grandes cantidades de chatarra. La aparición casi simultánea de los hornos Siemens-Martin permitió reciclar esa chatarra, a la vez que podían actuar como unidades de conversión de arrabio en acero en serie con el horno alto. A comienzos del siglo XX se produjo el desarrollo y difusión de la electricidad industrial que propició la aparición de los hornos eléctricos como aparato de fusión, tanto los de arco como los de inducción. Durante la primera mitad de este siglo hubo un mejoramiento de estos equipos, junto con aumento de tamaño de los mismos. Así se llegó a hornos de arco de hasta 300 t de capacidad. El costo de fabricación de acero en horno de arco era bastante elevado, lo que sólo les hacía adecuados para fabricación de aceros aleados, de alto valor añadido.
El perfeccionamiento que se produjo, tanto en los propios hornos como en su operación, hizo que la acería eléctrica llegara a competir con la siderurgia integral (horno alto-convertidor) no solamente en calidad sino en costos. Y esto a pesar de la irrupción en la década de los cincuenta de los oxiconvertidores (LD y sus derivados) desarrollados en Austria. Paralelamente a estos fenómenos se produjo, a mediados del siglo XX, la desaparición paulatina de los hornos Siemens-Martin, que no podían competir en productividad con los convertidores ni en calidad con los hornos de arco. Por otro lado, los problemas medioambientales que generaban los hornos de llama (lluvia ácida provocada por el SO2 derivado de combustibles de baja calidad), como es el caso del Siemens, aceleraron su desaparición.
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