Descripción

El objetivo de este libro es enseñar lo que todavía se conoce comúnmente como mala lengua. Según el grado en que se tolere, también se le califica de fuerte, soez, pintoresco, terrenal, áspero, salado, colorido, travieso, profano, adulto, tabú, vulgar, sucio, cochino, bajo, obsceno, y muchas otras cosas. Sea cual sea el adjetivo, el lenguaje en cuestión consiste en un grupo relativamente pequeño de palabras y expresiones que nunca se enseñan en la escuela, ni siquiera en las escuelas de idiomas a los estudiantes adultos de inglés.

En ese sentido, constituye una especie de lengua prohibida o contra lengua dentro del cuerpo principal del inglés. La razón por la que este lenguaje no se enseña de forma habitual es sencilla de explicar: avergüenza, molesta, insulta u ofende de alguna manera a un gran número de personas. Por supuesto, todo hablante nativo de inglés de más de cinco años conoce las principales palabrotas del idioma. Pero la mayoría de la gente, la mayor parte del tiempo, sigue prefiriendo no usarlas.

Solo por esta razón, es probable que los estudiantes de inglés de segunda lengua hagan bien en no utilizarlas tampoco, o al menos no hasta que se hayan sensibilizado con los efectos que pueden producir.

Si es así, ¿por qué estudiar un libro como este? En una palabra: para comprender. En los últimos treinta años, la lengua y los valores culturales han cambiado considerablemente. Resulta poco menos que sorprendente, dada la liberalidad del lenguaje en las películas actuales, que el primer uso registrado de la palabra joder en una película comercial importante se produjera en 1970, en M*A*S*H de Robert Altman.

Desde entonces, sobre todo en la última década, Hollywood ha descubierto que las palabras malsonantes son buenas para la taquilla. En la televisión, también, en Gran Bretaña y también en Estados Unidos, fuera de las cadenas nacionales libres de improperios, las palabrotas son ahora algo común y no controvertido.

Lo mismo ocurre con la palabra impresa. No solo en los libros, sino también en los periódicos y revistas nacionales, aparecen ahora con frecuencia palabras que hace una o dos generaciones habrían valido a sus autores un bocado de jabón. En todas partes, los pitidos electrónicos y los espacios en blanco y los asteriscos que antes protegían a los inocentes han sido puestos en la estantería.

Algunos especulan que dentro de diez o quince años, la temida palabra con f será totalmente aceptable, incluso para los niños.

No sería la primera vez que algún término ilícito gana respetabilidad. La expresión apesta, utilizada para referirse a cosas de calidad inferior, tenía originalmente connotaciones directas de sexo oral. El sustantivo ‘snafu’, que significa una situación chapucera o confusa, comenzó como argot militar, un acrónimo de ‘situación normal, toda jodida’. La palabra gay, que ahora es el término habitual para referirse a un homosexual, era originalmente la jerga de los vagabundos estadounidenses para referirse al compañero homosexual de un vagabundo mayor. Muchas de estas palabras han migrado, al menos en parte, hacia el inglés estándar en los últimos años.

A medida que el cine, la televisión, los libros, las revistas e Internet propagan el vocabulario antes censurado, es probable que la tendencia continúe. Mientras tanto, sin embargo, los estudiantes de inglés como lengua extranjera necesitan, ahora más que nunca, algún tipo de guía para esta floreciente rama del idioma.