Animal Minds – Donald R. Griffin – 1st Edition

Este libro revisará la evidencia del pensamiento versátil de los animales, y de igual importancia será una muestra representativa de la amplia gama de opiniones científicas y académicas sobre las mentes de los animales. Este espectro de puntos de vista fuertemente defendidos demuestra la importancia básica que tanto los científicos como los filósofos atribuyen a la naturaleza de la mentalidad animal. La etología cognitiva, el análisis de los procesos cognitivos en animales no humanos, ha atraído contribuciones reflexivas y constructivas de campos tan diversos como la ecología del comportamiento y la filosofía de la mente.

Donald R. Griffin nos lleva en un recorrido guiado por la reciente explosión de la investigación científica sobre la diversidad animal. ¿Son los animales conscientes de algo, o son simplemente máquinas vivientes, incapaces de tener pensamientos conscientes o sentimientos emocionales? ¿Cómo podemos saberlo? Estas preguntas han fascinado durante mucho tiempo a Griffin, quien ha sido un pionero en la vanguardia de la investigación en cognición animal durante décadas y es reconocido como uno de los principales ecologistas del comportamiento del siglo XX.

Esto ha llevado a muchos descubrimientos significativos sobre el comportamiento y la cognición de los animales. Muchos estudiosos de la cognición animal evitan considerar si la cognición animal está alguna vez acompañada o influida por el pensamiento consciente. Pero debido a que la percepción consciente añade tanto a la existencia de un “sonámbulo” consciente, es importante considerar la evidencia que sugiere tanto los procesos cognitivos como el pensamiento consciente.

El pensamiento humano contemporáneo sobre la mentalidad animal se divide en tres aspectos, aunque ninguno es un dogma monolítico y todos incluyen muchos matices de opinión. El primer punto de vista, de sentido común, es que los animales tienden a pensar en lo que están haciendo y en los resultados que esperan de sus acciones, especialmente cuando éstas se adaptan a circunstancias variables y a menudo impredecibles. En marcado contraste estaba la segunda posición, la de los conductistas estrictos, que solían argumentar que las experiencias mentales subjetivas son efectos secundarios intrascendentes que los científicos serios deberían ignorar por completo. Intentaron explicar todo el comportamiento, animal y humano, exclusivamente en términos de influencias externas y cómo estás afectan el comportamiento abiertamente observable.

Es decir, los animales quieren algunas cosas, temen otras y esperan que las acciones conduzcan a ciertos resultados. Sin embargo, los psicólogos cognitivos desconfían mucho de las afirmaciones de que los animales son conscientes, incluso cuando reconocen que se debe asumir la cognición para explicar el comportamiento del animal. Debido a que la gran mayoría del funcionamiento del cerebro humano ocurre sin nuestra conciencia, es posible que todo el comportamiento animal sea inconsciente. . Debido a que la evidencia a favor o en contra de la conciencia animal ha sido difícil de evaluar mediante métodos científicos, la visión contemporánea de muchos psicólogos cognitivos se puede resumir así: “Cognición animal: sí, por supuesto, pero conciencia animal: poco probable o, si ocurre, imposible de detectar, ya que cualquier cosa que haga el animal puede ser inconsciente”.

Esta posición intermedia de los psicólogos cognitivos contemporáneos es un gran avance, pero la renuencia a pasar de la cognición a la conciencia bien puede ser un residuo persistente del conductismo. Muchos se aferran al punto de vista positivista de que, en palabras de Latto (1986, 309, 313), “la conciencia en otros animales es un mundo cerrado sobre el cual no podemos hacer más que especular… Lamentablemente, para aquellos de nosotros que estamos de acuerdo (en que estudiar las experiencias subjetivas de los animales sería un objetivo deseable), no hay evidencia de que sea otra cosa que inalcanzable”.

Esta antipatía por la consideración de la conciencia amenaza con convertirse en una especie de parálisis autoinfligida de la investigación, un obstáculo obsoleto para la investigación científica. Porque nadie duda seriamente de que el pensamiento consciente humano sea real e importante o que a veces influya en nuestro comportamiento. ¿Por qué, entonces, está fuera de discusión saber si los animales no humanos piensan conscientemente? La respuesta habitual a esta pregunta es que otras personas pueden decir lo que están pensando o sintiendo, pero no existe tal evidencia disponible sobre los pensamientos conscientes que posiblemente podrían experimentar los animales.

En la medida en que los animales experimentan pensamientos conscientes, a menudo debe ser importante transmitirlos a compañeros, rivales o incluso miembros de otras especies. Charles Darwin y muchos otros estudiosos del comportamiento animal han interpretado la comunicación animal como expresión de emociones, pero los etólogos han descubierto recientemente que algunos animales expresan tanto sentimientos como pensamientos simples.