Descripción
Es un juicio muy compartido que el avanzar en la sostenibilidad o sustentabilidad del desarrollo es necesario, ya que de otra forma no podremos hablar de verdadero desarrollo; es obligado, porque forma parte de los compromisos políticos adquiridos a nivel comunitario e internacional y es, sobre todo, a efectos de hacer un planteamiento proactivo: oportuno, ya que conlleva indudables ventajas económicas, sociales y ambientales —que ahora todos sabemos que pueden y deben ir emparejadas— para los países, regiones, ciudades… y empresas pioneras, ya que exige planteamientos innovadores que lleven consigo, en general, ventajas sobre los competidores que insisten en la senda de la insostenibilidad, y, sobre todo, asegura un desarrollo o negocio más duradero, incluso en términos económicos.
Desgraciadamente, a pesar de lo que puede considerarse una evidencia, no son todavía muchos los países, regiones, ciudades ni empresas comprometidos en la sostenibilidad y esto es debido, fundamentalmente, a las exigencias cortoplacistas de la política, de la gestión publica, de la gestión empresarial, etc., determinadas, en particular, por el hecho de que el mercado, o mejor la economía de mercado, no favorece, a corto plazo ni políticas ni procesos ni, en general, modelos productivos ni de consumo más sostenibles, y ello debido a las imperfecciones de la economía de mercado en la que no sólo no se internalizan los costes ambientales sino, en general, las externalidades asociadas a la mayor insostenibilidad de muchos procesos productivos o de consumo.
En esta economía de mercado pueden darse situaciones tan insostenibles como que existan crecimientos fuertes de la economía, medida en crecimiento del PIB, cuando ocurren algunos grandes accidentes o catástrofes ambientales debido a que no se contabilizan las perdidas de activos ambientales, pero sí los flujos económicos generados por las actividades de corrección. O que las externalidades generadas por el transporte, en forma de accidentes, contaminación, etc., que en la UE se acercan al 8 % del PIB $el presupuesto comunitario es algo más del 1% del PIB y la industria del automóvil europea, la más fuerte, representa en su producción algo más del 4% del PIB$ se trasladen a la sociedad o al futuro en su mayor parte, ya que la carga fiscal a los usuarios no llega al 3% del PIB, y lo mismo podría decirse del sector eléctrico, turístico e incluso residencial.
Podemos decir que esta economía imperfecta de mercado, en la que los precios no reflejan los verdaderos costes ambientales y sociales, no trabaja para la mayor sostenibilidad del desarrollo, cuyo elemento básico es hacer un uso eficaz y eficiente de todo tipo de recursos, naturales, tecnológicos, humanos… para avanzar en el llamado «desacoplamiento» o desvincular una creciente calidad de vida, ahora y en el futuro, para una mayoría creciente de ciudadanos del uso de recursos. O hacer más con menos recursos y menos degradación ambiental.
Este libro pretende, ni más ni menos, establecer las bases del conocimiento y metodológicas para que finalmente, a través en particular del perfeccionamiento de la economía de mercado, o de una economía social de mercado, como aspira a llamarla la nueva primera ministra alemana Ángela Merkel, se consiga avanzar, en primer lugar, en la sostenibilidad ambiental del desarrollo y, finalmente, en un desarrollo más sostenible en el que, como señala la Declaración de Principios Rectores aprobada por los Jefes de Estado o de Gobierno en el Consejo Europeo de Junio de 2005, se persigue asegurar simultáneamente más prosperidad económica, mayor cohesión social y calidad ambiental y, sobre todo, un uso eficiente de los recursos naturales.
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