Descripción
La década de los noventa ha marcado un punto de inflexión en las estrategias de desarrollo de América Latina. Perú no ha estado ajeno a esta tendencia, pues luego de una década de profundos desequilibrios macroeconómicos, originados tanto por factores internos como externos, se ha implementado un programa de estabilización, seguido por uno de reformas estructurales, el mismo que tiene como objetivo sentar las bases para un crecimiento autosostenido en un marco general de modernización y competencia, basado en el mercado como principal asignador de recursos. En este nuevo esquema, el sector privado adquiere un rol preponderante, como motor del crecimiento económico.
Sin embargo, crecimiento y desarrollo económico no son dimensiones equivalentes. El primero es requisito necesario $pero no suficiente$ para el segundo. El desarrollo se relaciona con el bienestar de la población y se expresa no sólo en indicadores económicos como comportamiento de la inflación y las tendencias del Producto Bruto Interno-, sino adicionalmente con indicadores sociales como pobreza, distribución de ingresos, tasas de mortalidad infantil, cobertura y calidad de los servicios educativos y de salud, agua potable, etc. En otras palabras, el desarrollo tiene una dimensión humana.
La escasez de recursos para “hacer políticas sociales” impone la necesidad de elegir los métodos más eficientes que, sin atentar contra la equidad, promuevan un aumento en el bienestar de la población. Las herramientas de la teoría económica pueden resultar extremadamente útiles para evitar un despilfarro de recursos escasos, pues aportan elementos para lograr mejores resultados sociales con la misma cantidad de recursos.
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