Descripción
Adentrándonos ya en la década de los años noventa, cuando el automóvil ha cumplido debidamente su primer siglo de existencia y al amparo de su indiscutible aceptación y consiguiente masificación, el automóvil se nos muestra ahora como una de las más extraordinarias maquinas creadas por el hombre a lo largo de su aún corta vida tecnológica.
De hecho, en el automóvil moderno, bajo ese capó que contiene toda su unidad propulsora, se establece una completa enciclopedia de todos los grandes descubrimientos obtenidos por el hombre. Así, podemos encontrar la aplicación de la electricidad en sus más refinada acepción, es decir, en la aplicación de las centrales electrónicas, las últimas técnicas en la extracción de la energía de los derivados de los hidrocarburos, el desarrollo particular de materiales sometidos a esfuerzos extraordinarios: Las pastillas de frenos, los neumáticos y sus gomas, los equipos de suspensión, los turbocompresores, etcétera.
Por si ello fuera poco, el automóvil ha adoptado técnicas que hace unos años parecía ajenas a su aplicación en un vehículo de dimensiones más bien reducidas.
Nos referimos por ejemplo, al aire acondicionado y toda la problemática de la obtención de frio, y a los diversos y sofisticados sistemas de autocontrol, autodiagnóstico, autorregulación de las frenadas y de los movimientos giroscópicos del vehículo y un sinfín de importantes adelantos, que en la gran mayoría de los casos, ni siquiera el propio conductor suele conocer ni sospechar.
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