Adorno: La Razón se ha Convertido en un Instrumento para Someter al Hombre a las Necesidades de la Sociedad – Chaxiraxi Escuela Cruz – 1ra Edición

Descripción

En el aniversario de la muerte de Hegel, Adorno habló de la imposibilidad de hacer justicia a un filósofo cuando se preguntaba por el significado de su pensamiento para el presente. Entendía, por el contrario, que deberíamos indagar en el significado del presente para su pensamiento. Del mismo modo, la cuestión de la actualidad de Adorno se convierte en objeto de reflexión, pues su obra parte de la pregunta sobre la posibilidad y el alcance de la filosofía en el mundo actual. La figura de Theodor W. Adorno no puede entenderse únicamente como la de un miembro destacado del grupo de investigadores sociales conocido como «Escuela de Frankfurt» y su denominada «teoría crítica» (un método de análisis de la sociedad capitalista basado en una reinterpretación no dogmática del marxismo).

El interés fundamental de su filosofía es la comprensión de la teoría del conocimiento —es decir, el estudio de lo que el ser humano puede llegar a saber y comprender mediante sus recursos perceptivos e intelectuales— como una teoría social, es decir, el análisis crítico de la sociedad y del concepto de racionalidad sobre la que esta descansa. Comprender la filosofía de Adorno significa acercarse no solo a la constelación de autores que conformaba la teoría crítica frankfurtiana (entre los que figuraban los filósofos y sociólogos Max Horkheimer, Walter Benjamín, Herbert Marcuse, Ludwig Pollock y Leo Lowenthal), sino también al conjunto de experiencias históricas del llamado «siglo de los extremos», como algunos autores han llamado al siglo xx por la contradicción entre sus avances en terrenos como el derecho y la ciencia y el terrible espectáculo de sus conflictos bélicos y desigualdades económicas.

Los años en los que se formó personal e intelectualmente coincidieron con una transformación profunda en el rumbo de la humanidad: las dos guerras mundiales, la República de Weimar, el ascenso de Hitler, los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki, la recuperación de Europa tras la guerra, la consolidación del estado de bienestar con la experiencia norteamericana, las revueltas estudiantiles de la década de 1960. Su proyecto filosófico, permeable a estos acontecimientos, se encontró en un campo de fuerzas histórico y social marcado por la transformación de las formas tradicionales de pensar y de actuar. El auge del fascismo en Europa en la década de 1930 — que le obligó a exiliarse como a la mayoría de los miembros de la Escuela de Frankfurt, primero en Inglaterra y luego en Estados Unidos— y la deriva totalitaria del llamado «socialismo real» — el régimen implantado en la Unión Soviética por Josif Stalin, a partir de 1924— fueron ejemplos en los que constató el fracaso de los ideales modernos y el incumplimiento de las promesas ilustradas. Si la Ilustración había prometido el paso hacia un estado abierto y racional, el horror que simbolizaba la figura de Auschwitz reveló la quiebra de la civilización moderna, la aniquilación de su proyecto liberador y la ruptura de cualquier esperanza en una humanidad emancipada.

Analizar la «aporía ilustrada», es decir, abordar la cuestión de la autodestrucción de la Ilustración, «comprender por qué la humanidad, en lugar de entrar en un estado verdaderamente humano, se hunde en una nueva Forma de barbarie», fue el hilo rojo que atravesó su obra. Atender a los momentos específicos en los que se va fraguando esta forma concreta de filosofía es el objetivo de este libro. Adorno insistió en la necesidad de una filosofía crítica ante la sociedad capitalista y de inspiración materialista, basada en el estudio de los procesos históricos, capaz de mostrar las contradicciones de la racionalidad de la Ilustración, que se decantó excesivamente hacia una visión instrumental del mundo, pero válida para rescatar la esencia de su ideal de progreso científico y técnico desde una perspectiva humanista. Su intención principal consistió en hacer frente a los problemas de la posibilidad del método y del alcance del conocimiento filosófico, una vez que se había producido la disolución de los ideales que inspiraron el mundo moderno. Lejos de caer en un «pesimismo resignado», Adorno trató de hacer frente a esta nueva situación rescatando los elementos emancipadores de la modernidad, ejerciendo una «crítica inmanente» a la historia y al pensamiento moderno con el objetivo de hacer cumplir sus esperanzas perdidas.

«Ilustrar la Ilustración» significó, pues, proponer una relación entre teoría y praxis, entre historia y naturaleza, entre sujeto y objeto, distinta a la que había planteado la filosofía tradicional. Los textos de Adorno presentan una escritura asistemática y fragmentaria, alejada de los grandes sistemas filosóficos. Además, la multiplicidad de sus intereses teóricos conlleva la imposibilidad de adscribir su obra a un área concreta de conocimiento. Sus libros abarcan un espectro temático muy amplio que comprende trabajos en filosofía, música, socioloiM T O n n i i m A u gía o literatura, y que se resiste a cualquier división academicista por disciplinas, Adorno afirmó que solo asimilándolos en su totalidad, sin aislarlos, podría comprenderse el significado de cualquiera de ellos. Su filosofía no quería capitular en lo dado, ni convertirse en un compendio de indicaciones o recetas para la acción.

No avanzaba en una sola dirección, sino que «sus momentos se entretejen como los hilos de un tapiz» formando un pensamiento atonal, abierto y en constante interpretación. Adorno rechazó siempre las filosofías sistemáticas y esclerotizadas, y también la construcción positiva de un discurso teórico que aspira a ser conclusivo. Al hacerlo, descubrió una «herida de muerte» en la filosofía tras el abandono de los grandes sistemas de totalidad y de sentido, que se traducía en la parcelación administrativa del saber y en el empobrecimiento de la capacidad crítica del lenguaje. Como respuesta desarrolló un estilo que algunos consideran complejo, pero que más bien podría considerarse como rico en sus matices, debido a la especial relación entre el modo de expresión y el contenido del pensamiento que defendió hasta el final de su obra. Filosofía y música influyeron a la par en formación de la personalidad intelectual de Adorno, contemplada en el primer capítulo de esta obra.

Pronto formuló sus primeras críticas a las corrientes de pensamiento más extendidas en las décadas de 1920 y 1930, como la fenomenología de Edmund Husserl (quien se limitó a estudiar los aspectos lógicos del conocimiento, sin considerar su condición de producto histórico y cultural) y el positivismo lógico (que limitaba la función de la filosofía al esclarecimiento del método científico), y optó por una orientación marxista no dogmática, muy influido por otro filósofo afín a la Escuela de Frankfurt, Walter Benjamín. A esta época corresponden sus primeras reflexiones sobre el sentido de la historia, en cuyo carácter transitorio y cambiante halló una posibilidad continua de emancipación para la humanidad. Identificado con la teoría crítica de la Escuela de Frankfurt (que destacaba los condicionamientos históricos y sociales de la investigación científica, tanto en las ciencias naturales como sociales), y en plena efervescencia del nazismo en Alemania (fenómeno político que le empujó al exilio), Adorno emprendió junto con Max Horkheimer una revisión del proyecto racionalista de la Ilustración, expuesto en el segundo capítulo de este libro. Las propuestas emancipadoras del Siglo de las Luces habían generado nuevas formas de dominación, al decantarse la razón ilustrada hacia un ansia enfermiza de control sobre la naturaleza y los propios seres humanos, reprimidos en sus instintos y afectos. Y en esta dominación, concluyeron Adorno y Horkheimer, desempeñaba una función esencial el sistema capitalista y la cultura mercantilizada.

El progreso se había transformado en barbarie. Como se verá en el tercer capítulo, la deriva de la Ilustración había dado lugar a un mundo «administrado», es decir, controlado y mercantilizado en todas sus facetas, y para luchar contra esta opresión intelectual y material eran necesarios un nuevo imperativo categórico, cifrado en evitar el horror conocido durante la Segunda Guerra Mundial, y una «dialéctica negativa» que rechazaba las formas tradicionales del conocimiento, basadas en el principio de identidad y el uso de conceptos, y apuntaba a la salvación de lo particular olvidado por el sistema. Para Adorno, el espíritu filosófico no podía frenarse por las exigencias de simplicidad, coherencia o seguridad, sino que debía procurar asilo a aquello que, bajo el título de contradictorio o absurdo, había permanecido oculto y reprimido. Así, la filosofía de Adorno negó la pretensión de captar la totalidad de lo real con el Ik iT o n m ir n r t w pensamiento, y propuso la recuperación de lo particular que hasta el momento había sido vetado. Precisamente fue en este esfuerzo por mantener viva la llama del pensamiento filosófico donde Adorno cifró la utopía materialista de resistencia frente a un mundo que consideraba asfixiante y al que denominó «administrado». Finalmente la exposición se ocupará de la implicación del arte en la tarea emancipatoria asumida por la filosofía crítica. Su obra se enfrentó al desafío de mantener un modelo de libertad que estaba en crisis.

Si bien Marx había insistido en la necesidad de transformar el mundo en lugar de interpretarlo, Adorno pensaba que las posibilidades de una revolución transformadora, de una praxis realmente liberadora, se encontraban obstruidas. Su conocida sentencia: «No hay vida justa en medio de la falsa», muestra la necesidad de analizar las causas de esta obstrucción, para hacer frente al dolor que pesa sobre los individuos y para que «Auschwitz no se repita». Este nuevo impulso moral no solo incluía un momento de protesta contra el sistema dominante que aplastaba al individuo, sino también la indicación de los medios adecuados para su transformación, la búsqueda de espacios de autonomía — como los de la obra de arte— desde los cuales poder ofrecer resistencia. Planteaba abrir la posibilidad de una experimentación de la negatividad dentro de la positividad dominante.

Esto se tradujo en la búsqueda de nuevas vías para la teoría y para la praxis, que asumieran el carácter crítico y negativo de la cultura y, con ello, su potencial emancipador. Tratar de comprender el pensamiento de Adorno y justificar la vigencia de su obra significa retomar el impulso crítico de sus análisis y confrontarlos en sus propios términos, poner el acento sobre sus elementos prácticos y emancipadores, y reconocer en ellos un instrumento valioso para el des­ airamiento transformador de nuestro presente. Hoy como entonces, la conciencia de la humanidad oscila entre quienes se inclinan hacia la concepción fatalista de una historia devanada en el bucle eterno del inmovilismo y el dolor, y quienes optan por profanar con su análisis esta convención, tan útil para los gerentes del mundo administrado, y anuncian las posibilidades emancipatorias de la cultura y la voluntad. Adorno fue uno de sus heraldos más lúcidos.

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  • Introducción
    Capítulo 1 Hacia una filosofía materialista
    Capítulo 2 Al rescate de los valores de la Ilustración
    Capítulo 3 Pensar y actuar en el mundo administrado
    Capítulo 4 Teoría y arte como protesta emancipadora
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    Indice
  • Citar Libro
    • Título: Adorno: La Razón se ha Convertido en un Instrumento para Someter al Hombre a las Necesidades de la Sociedad
    • Autor/es:
    • ISBN-13: 9788447381982
    • ISBN-13: 9788447387298
    • Edición: 1ra Edición
    • Tema: Otros Temas
    • Subtema: Antropología | Filosofía
    • Tipo de Archivo: eBook
    • Idioma: eBook en Español

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