Descripción
En tiempos de crisis la tentación de ahorrar en prevención es enorme, pues se tiende a pensar en soluciones a corto plazo. Pero, por desgracia, también ocurre lo mismo en tiempos normales. En general, tanto la atención como la investigación o la prevención en problemas mentales (dentro de los cuales se llevan la peor parte los problemas adictivos) reciben financiación muy por debajo de la problemática que producen si lo comparamos con otras especialidades como la oncología, infecciones… Según la OMS, los problemas causados por el alcohol en Europa representa entre el 2-3 por 100 del PIB. Esta falta de atención ha llevado por ejemplo a que entre las prioridades aprobadas por la Comisión Europea en noviembre de 2011 en el programa Health for Growth (2014-2020) no se contemplaba la cuestión de las drogas y de su prevención, aunque esperamos que la movilización de distintas asociaciones pueda enmendar dicha propuesta cuando llegue al Parlamento Europeo.
Por tanto, parece que el problema de la prevención no es sólo de evidencia, sino también de supervivencia. La misión de los que nos dedicamos a la prevención tiene forzosamente que incidir mucho no sólo en buscar la excelencia, sino también en conseguir unas bases estables de funcionamiento de los programas, de las políticas, de la investigación, etc. En el caso español, curiosamente, a pesar de que nos hemos situado entre los dos o tres países con mayores consumos de drogas ilegales de Europa y, por tanto, del mundo, la preocupación de la población española ha pasado de un 49 por 100 que consideraban las drogas como uno de los tres problemas más importantes de España en 1988 según el barómetro del CIS, a sólo el 0,5 por 100 en el mismo barómetro en marzo de 2012. Nos queda por consiguiente un largo recorrido para convencer de la necesidad de la prevención a la población y a nuestros políticos.
Una sociedad inteligente tiene que considerar la prevención como un elemento clave de su desarrollo, porque está obligada a gestionar sus recursos racionalmente. Todo ello nos induce a pensar que el camino de la prevención basada en la evidencia nos puede llevar a encontrar este lugar adecuado para aquélla. Al tiempo que se consolida una buena red entre los profesionales y asociaciones dedicadas a la prevención que hagan valer sus intereses. Ambas medidas tener un buen producto y trabajar en red para que la gente lo conozca, lo entienda y lo adopte son cuestiones indisolubles y necesarias en una sociedad moderna. Otros grupos, con sus propios intereses, ya lo están haciendo.
Iniciativas como la de este libro obviamente van en la dirección correcta. Compilar toda esta información ayuda a que la gente tenga una visión global y acertada del tema. Les proporcionan instrumentos para trabajar y genera sensación de pertenencia a un cuerpo de profesionales. Hay otras iniciativas cercanas como la creación de la European Society for Prevention Research (www.euspr.org) o la de www.prevencionbasadaenlaevidencia.net que deben ser también apoyadas por todos nosotros. Trabajar en red es importante en nuestra situación, pues la evidencia científica no es sólo un concepto abstracto, sino algo que queremos ver plasmado en la realidad Pero conseguir que la prevención basada en la evidencia sea una realidad en nuestro país o en Europa requiere una estrategia. Pasa por analizar la prevención que tenemos, lo cual implica muchas veces descubrir que una gran parte de ella no está basada en la evidencia. Pero tampoco es fácil sustituirla por una prevención que sí esté basada en la evidencia, pues o no contamos con ella o hay que adaptarla tras una evaluación a nuestra realidad.
Articular todo este proceso necesita de una voluntad colectiva decidida y prolongada en el tiempo. Una de las medidas esenciales a nuestro entender es promover que los fondos públicos sólo puedan destinarse de forma progresiva, pero inequívoca, a programas basados en la evidencia. Es algo que en Estados Unidos viene realizándose al menos con el dinero federal dispuesto a tal fin. La otra medida es que en los primeros años se requiere una concentración de fondos en investigación, obviamente bien utilizados. Aún quedarían muchos otros retos por cumplir. Leí una vez en un periódico una entrevista a un sueco que decía que las matemáticas son la base de la democracia. Si en su momento ya me pareció que este señor tenía razón, más se la tendríamos que dar ahora, después de todo lo que estamos viendo en nuestra sociedad. En nuestro caso esto también se aplica, porque por nuestra parte tenemos que conseguir que nuestros programas sean coste-eficientes y porque también tienen que llegar hasta nosotros todos aquellos fondos que sean necesarios haciendo un análisis adecuado de la situación.
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