Descripción
Tanto los defensores como los detractores de la modernidad concuerdan en que sus motores son la ciencia y la técnica. Sin embargo, éstas son practicadas por pocos y entendidas por menos. Para peor, son am pliam ente ¡ncomprendidas. Por ejem plo, suele confundírselas entre sí y atribuírseles todos ios bienes o, al contrario, todos los males de nuestro tiempo. También ocurre que se las admira pero se las considera artículos suntuarios, particularmente en los países sübdesarrollados. Son pocos quienes advierten que, por carecer de ciencia y técnica propias, estos países no se desarrollan en profundidad ni de manera sostenible. Hay dos maneras de entender lo que son la ciencia y la técnica. Una es estudiarlas y practicarlas.
La otra es hacer filosofía, historia, sociología o antropología de la ciencia y de la técnica. La filosofía de esos campos de la cultura ayuda a entender qué son, la historia, qué fueron y cuáles fueron las estrategias exitosas, y la sociología y la antropología, cómo modifican a la sociedad y a su vez cómo ésta las condiciona. Ambas vías se complementan mutuamente. Mal se puede hacer filosofía, historia, sociología o antropología de X, si no se sabe algo de X. Y quien se dedica exclusivamente a hacer X corre peligro de extraviarse y se priva del placer de entender cabalmente qué está haciendo, de enterarse qué tradición está prolongando o modificando, y cuáles son las fuerzas económicas, políticas o ideológicas que estimulan o inhiben el desarrollo de su disciplina.
Esto vale no sólo para quienes estudian o hacen ciencia o técnica, sino también para quienes administran centros científicos o diseñan políticas de desarrollo (o subdesarrollo) científico y técnico. Por ejemplo, quien crea que toda investigación es experimental descuidará la investigación teórica, quien crea que las ideas emanan de grupos favorecerá a los equipos de investigadores, por mediocres que éstos sean, quien crea que las computadoras piensan preferirá invertir más en ellas que en cerebros, quien crea que la técnica es una colección de artefactos preferirá importarlos a formar buenos técnicos, y quien crea que el mercado empuja a la técnica, y nunca al revés, dirá que el mercado nacional no necesita técnicos originales. La buena filosofía guía, la mala extravía. Los lectores al tanto de la moda posmoderna advertirán que el autor se quedó atrás, aún cree que la ciencia procura verdades, y que éste es el motivo por el cual importan tanto las pruebas, aún cree que las ideas se forman en cerebros individuales aunque, desde luego, se comparten y se discuten en grupos, aún cree que la claridad es condición necesaria de todo discurso racional, y aún cree que éste merece ser cultivado y protegido.
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