Descripción
Las viejas teorías tayloristas de la división del trabajo, los modelos weberianos centrados en la burocracia, los estilos paternalistas y autoritarios típicos de la «dirección por imposición», los sistemas funcionales basados en unidades departamentales y compartimentadas, entre otros puntos de partida clásicos del siglo XX, se han visto rebasados por las exigencias de la nueva realidad global que prima los conceptos de calidad, cliente, proceso, comunicación, conocimiento.
Paradójicamente, desde que Peter Drucker anticipara, ya sobre 1960, que el futuro del trabajo residiría en el conocimiento de los individuos y que éste el conocimiento y no otro sería el componente fundamental para las organizaciones, hemos asistido a una espectacular aceleración de la tecnología: la microelectrónica, la informática, la telemática, la revolución digital y el desarrollo de las telecomunicaciones, la inteligencia artificial, entre otras disciplinas, en gran medida conectadas y dependientes unas de otras, olvidando en muchos casos, y en otros relegando a prioridades inferiores, el que resulta el recurso imprescindible: las personas.
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