Marx y Su Concepto del Hombre – Erich Fromm – 1ra Edición

Descripción

El núcleo de este volumen está constituido por una traducción de la principal obra filosófica de Karl Marx, publicada por vez primera [en inglés]en los Estados Unidos[1]. Obviamente, esta publicación es importante, aunque sólo fuera porque pondrá en contacto al público con una de las principales obras de la filosofía poshegeliana, hasta ahora desconocida en el mundo de habla inglesa [y española]. La filosofía de Marx, como una gran parte del pensamiento existencialista, representa una protesta contra la enajenación del hombre, su pérdida de sí mismo y su transformación en una cosa, es un movimiento contra la deshumanización del hombre, inherente al desarrollo del industrialismo occidental. Es despiadadamente crítica de todas las «respuestas» al problema de la existencia humana que tratan de aportar soluciones por la negación o simulación de las dicotomías inherentes a la existencia humana. La filosofía de Marx tiene sus raíces en la tradición filosófica humanista de Occidente, que va de Spinoza a Goethe y Hegel, pasando por los filósofos franceses y alemanes de la Ilustración, y cuya esencia misma es la preocupación por el hombre y la realización de sus potencialidades.

Para la filosofía de Marx, que ha encontrado su expresión más articulada en los Manuscritos económico-filosóficos, el problema central es el de la existencia del individuo real, que es lo que hace, y cuya «naturaleza» se desarrolla y se revela en la historia. Pero, en contraste con Kierkegaard y otros, Marx contempla al hombre en toda su concreción, como miembro de una sociedad y una clase dadas y, al mismo tiempo, como cautivo de estas. La plena realización de la humanidad del hombre y su emancipación de las fuerzas sociales que lo aprisionan está ligada, para Marx, al reconocimiento de estas fuerzas y al cambio social basado en este reconocimiento. La filosofía de Marx es una filosofía de protesta, es una protesta imbuida de fe en el hombre, en su capacidad para liberarse y realizar sus potencialidades. Esta fe es un rasgo del pensamiento de Marx que ha sido característico de la actitud occidental desde fines de la Edad Media hasta el siglo XIX y que ahora es tan escasa. Por esta misma razón, para muchos lectores infectados por el espíritu contemporáneo de resignación y el renacimiento de la idea del pecado original (en los términos de Freud o de Niebuhr), la filosofía de Marx parecerá superada, anticuada, utópica “y por esta razón, cuando no por otras, rechazarán la voz de la fe en las posibilidades del hombre y de la esperanza en su capacidad para llegar a ser lo que potencialmente es”.

Para otros, sin embargo, la filosofía de Marx será una fuente de nueva visión y esperanza. Creo que hacen falta la esperanza y una nueva perspectiva que trascienda los estrechos límites del pensamiento positivista y mecanicista de las ciencias sociales en la actualidad, si Occidente quiere salir con vida de este siglo de prueba. Si el pensamiento occidental, del siglo XIII al XIX (o quizás, para ser exactos, hasta el estallido de la primera Guerra Mundial en 1914), fue un pensamiento de esperanza, una esperanza enraizada en las ideas de los profetas y el pensamiento greco-romano, los últimos cuarenta años han sido de un pesimismo y una desesperanza crecientes. El hombre medio busca refugio, trata de escapar de la libertad y busca seguridad en el regazo del gran Estado y la gran compañía. Si no podemos salir de esta desesperanza, es posible que aún podamos sostenernos durante algún tiempo sobre la base de nuestra fuerza material, pero, a la larga, la perspectiva histórica de Occidente estará condenada a la extinción física o espiritual. Grande como es la importancia de la filosofía marxista como fuente de visión filosófica y como antídoto contra la actitud generalizada “velada o abiertamente” de resignación, hay otra razón, no menos importante, para su publicación en este momento. El mundo se desgarra hoy entre dos ideologías rivales: la del «marxismo» y la del «capitalismo».

Mientras que, en los Estados Unidos, «socialismo» es una palabra diabólica e irrecomendable, lo contrario sucede en el resto del mundo. No solamente Rusia y China utilizan el término «socialismo» para hacer atractivos sus sistemas, sino que la mayoría de los países asiáticos y africanos se sienten profundamente atraídos por las ideas del socialismo marxista. Para ellos, el socialismo y el marxismo son atractivos no únicamente por las realizaciones económicas de Rusia y China, sino por los elementos espirituales de justicia, igualdad y universalidad inherentes al socialismo marxista (enraizado en la tradición espiritual occidental). Aunque la verdad es que la Unión Soviética es un sistema de capitalismo conservador de Estado y no la realización del socialismo marxista y aunque China niega, por los medios que emplea, esa emancipación de la persona humana que es el fin mismo del socialismo, ambas utilizan la fuerza del pensamiento marxista para atraer a los pueblos de Asia y África. ¿Y cómo reaccionan la opinión pública norteamericana y la política oficial? Hacemos todo por reforzar la pretensión ruso-china proclamando que su sistema es «marxista» e identificando al marxismo y el socialismo con el capitalismo de Estado soviético y el totalitarismo chino.

Enfrentando a las masas no comprometidas del mundo a la alternativa entre el «marxismo» y el «socialismo», por una parte, y el «capitalismo» por la otra (o, como suele decirse, entre la «esclavitud» y la «libertad» o la libre empresa) damos a la Unión Soviética y a los comunistas chinos todo el apoyo posible en la batalla por el espíritu de los hombres. Las alternativas para los países subdesarrollados, cuyo desarrollo político será decisivo en los próximos cien años, no son el capitalismo o el socialismo, sino el socialismo totalitario o el socialismo marxista humanista, tal como tiende a desarrollarse en distintas formas en Polonia, Yugoslavia, Egipto, Birmania, Indonesia, etcétera. Occidente tiene mucho que ofrecer como líder de ese desarrollo a las antiguas naciones coloniales, no solo capital y ayuda técnica, sino también la tradición humanista occidental de la que el socialismo marxista es la suma, la tradición de la libertad del hombre, no solamente de si para desarrollar sus propias potencialidades humanas, la tradición de la dignidad y la fraternidad humanas.

Pero naturalmente, para ejercer esta influencia y comprender las pretensiones rusas y chinas, hay que entender el pensamiento de Marx y descartar la imagen ignorante y deformada del marxismo que es corriente hoy en el pensamiento norteamericano. Espero que este libro sea un paso en esa dirección. He intentado presentar, en mi introducción, la concepción del hombre en Marx en forma sencilla (espero que no simplista) porque su estilo hace que sus escritos no sean siempre fáciles de entender y confío en que la introducción ayudará a la mayoría de los lectores a comprender el texto de Marx. Me he abstenido de manifestar mis desacuerdos con el pensamiento de Marx, porque son pocos en lo que se refiere a su existencialismo humanista. Existen ciertos desacuerdos respecto de sus teorías sociológicas y económicas, algunos de los cuales he expresado en obras anteriores[2] . Se refieren, principalmente, al hecho de que Marx no percibiera la medida en que el capitalismo era capaz de modificarse a sí mismo para satisfacer las necesidades económicas de las naciones industrializadas, no previera claramente los peligros de la burocratización y la centralización ni los sistemas autoritarios que podían surgir como alternativas al socialismo.

Pero como este libro solo se refiere al pensamiento filosófico e histórico de Marx, no es el lugar para analizar los puntos controvertibles de su teoría económica y política. La crítica a Marx es, sin embargo, algo muy distinto del juicio acostumbrado, fanático o condescendiente, tan característico de las opiniones actuales sobre él. Estoy convencido de que solamente si entendemos el sentido real del pensamiento de Marx y podemos diferenciarlo, en consecuencia, del seudomarxismo ruso y chino, seremos capaces de entender las realidades del mundo de hoy y estaremos preparados para enfrentarnos realista y positivamente a su reto. Espero que este libro contribuya no únicamente a una mayor comprensión de la filosofía humanista de Marx, sino que sirva para disminuir la acritud irracional y paranoide que ve en Marx al diablo y en el socialismo un reino del diablo. Aunque los Manuscritos económico-filosóficos constituyen la parte principal de este volumen, he incluido también pequeños fragmentos de otros escritos filosóficos de Marx para redondear el cuadro.

El más largo de estos apéndices comprende varios testimonios acerca de la persona de Marx, que tampoco habían sido publicados antes en los Estados Unidos. He añadido esta sección porque la persona de Marx, como sus ideas, ha sido calumniada y difamada por muchos autores, creo que una imagen más fiel de Marx, como hombre, contribuirá a destruir algunos prejuicios en relación con sus ideas[3]. Únicamente me queda expresar mi cálido agradecimiento a T. B. Bottomore, de la London School of Economics, por haberme permitido utilizar su excelente traducción de los Manuscritos económico-filosóficos [4] y agradecerle también las importantes sugestiones críticas que me hizo después de leer el original de mi introducción.

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