KEPLER: El Movimiento Planetario. Bailando con las Estrellas – Eduardo Battaner López

Descripción

Johannes Kepler es una figura desconcertante. Podemos entender lo que hizo, pero es difícil entender cómo pudo hacerlo. Su obra nos produce asombro, admiración, veneración incluso y, a la vez, bochorno y escándalo. Erigió los pilares de la física moderna, pero, paradójicamente, lo hizo partiendo de los cimientos de una mentalidad medieval. Junto a grandes demostraciones, aparecen pensamientos de incomprensible ingenuidad. En muchos de sus libros se encuentran conviviendo apuntes de su vida personal, arrebatos místicos, florituras estilísticas y oraciones religiosas con teoremas precisos, tablas concienzudas, leyes correctas, errores reconocidos y argun1entos objetivos.

A veces incluso, en la misma página se da esta mezcolanza de tan dispares elementos que, a pesar de todo, forma un todo coherente en la mente de Kepler. Hoy es fácil, al estudiar sus logros y sus errores, juzgar pensando: «Esto lo hizo bien, esto lo hizo mal, aquí acertó, aquí se equivocó, ¿cómo pudo decir esto?». En lo que hizo hay verdades sublimes y auténticos disparates. Sin embargo, es necesario meterse en su piel, tener muy presente esa época y esas circunstancias, cuando la ciencia moderna estaba naciendo, y hay que agradecerle su propia labor de comadrona.

Su mérito es colosal. En el mundo de la astronomía, si Copérnico no hubiera puesto el Sol en su sitio, algún otro lo hubiera hecho. Si Galileo no hubiera puesto el telescopio en posición vertical, algún otro lo hubiera hecho. Sin desmerecer en absoluto la investigación de estos dos gigantes de la ciencia del universo, es difícil imaginar que algún otro pudiera haber hecho lo que Kepler hizo. La Europa que vio nacer a Johannes Kepler era tan convulsa como cualquier otra época de la humanidad. Sin embargo, en esta ocasión, una serie de hechos excepcionales auspiciaban un profundo y próspero cambio cualitativo. Especialmente en el campo de la ciencia, el hombre estaba avanzando con pasos de gigante.

El Renacimiento científico se retrasó con respecto al Renacimiento artístico pero, finalmente, eclosionó triunfante, inducido por unos pocos hombres en cuya lista no puede faltar el nombre de Kepler. El caso es que la ciencia, y en particular la física, y en particular la astronomía, estaban saliendo al fin de su placenta medieval. Recordemos tres fechas previas que llevaron a tal cambio de estado, en su significado más físico de la palabra La invención de la imprenta por Johannes Gutenberg, y su rápida diseminación por toda Europa, popularizó el libro, poniendo en la mano de los estudiosos todo el saber de los pensadores anteriores. Gracias a la imprenta, la cultura pasó de los monasterios a las universidades.

El descubrimiento de América por Cristóbal Colón, gran marino y gran científico, y la vuelta al mundo de Fernando de Magallanes y Juan Sebastián Elcano abrieron los ojos aún legañosos de una Europa que contemplaba como nunca la magnitud y la forma de la Tierra. También los de Kepler, aunque nunca en su vida viera el mar y no se alejara más de cincuenta leguas de su pueblo natal. Era una Europa que venía de estar considerablemente unida. Había estado unida por una cristiandad y por un imperio, pero estaba condenada a descomponerse. Sin embargo, permitió un tráfico de ideas y gente que acabaría motivando aquel colosal salto científico. Y también era una Europa unida por el lenguaje, puesto que el latín era hablado y escrito por todos los hombres cultos.

Pero esta situación distaba de ser tan ideal. El enemigo interno de Europa era la confrontación religiosa: los protestantes, luteranos, hugonotes o calvinistas y los católicos de la Contrarreforma agitaron la paz endeble de la Europa recién renacida Esto es importante destacarlo aquí porque prodltjo grandes estragos en la vida de Johannes Kepler que pudieron haber dado al traste con su propósito científico. Como veremos, debido a sus creencias luteranas fue expulsado de Graz, de Praga y de Linz, es decir, prácticamente de todos los lugares donde trabajó. Los acontecimientos científicos durante la infancia de Kepler estaban ya fraguando la explosión de descubrimientos que vendría después. En Dinamarca, un astrónomo muy escrupuloso con las mediciones, Tycho Brahe, dispuso de toda una isla (Hven) para hacer sus cálculos en un observatorio (Uraniborg) sin restricción económica alguna.

Pero quizá lo más resaltable fue que el astrónomo polaco Nicolás Copérnico había publicado en 1543 De revolutionibus orbium coelestium, libro donde se osaba decir que si la Tierra giraba en tomo al Sol, y no al revés, los cálculos matemáticos de las posiciones de los planetas eran mucho más sencillos. La humanidad no estaba aún preparada para tal descubrimiento. Lutero lo rechazó, y más violenta aún fue la reacción de su colaborador y sucesor, Melanchton, mientras que los católicos fueron inicialmente más tolerantes solo porque el libro había sido dedicado al papa Pablo III.

Las reacciones ante la hipótesis heliocéntrica fueron muy dispares y vacilantes. En la Universidad de Salamanca era optativo recibir la enseñanza de la astronomía, bien por el sistema de Copémico, bien por el de Ptolomeo. Pero pronto arreció la intolerancia católica en gran parte de Europa. Kepler era un hombre muy religioso, esencialmente religioso. Eso no es sorprendente. Lo que sí lo es más, es que su fe y su ciencia estuvieran de tal modo intrincadas que aquella fue para esta su inspiración, su fuente de creatividad y su potencia Pensaba que Dios había creado el mundo geométricamente perfecto. Y como Dios había creado al hombre a su imagen y semejanza, el hombre podía comprender el mundo. No todos los hombres, pero sí él. Por tanto, tenía la misión de dar a conocer a los hombres la belleza geométrica de la obra de Dios. No podía consentirse fallar en dicha misión, así que lo que encontrara tenía que estar tan comprobado que su certeza fuera incuestionable.

Así no se hace la ciencia, pensamos hoy, pero así la hizo Kepler, siendo en ello tan desconcertante como en todo lo que llevó a cabo a lo largo de su vida. Su fe también fue la causa de su accidentada trayectoria profesional y sus frecuentes cambios de ciudad en busca de un sitio donde poder ejercer mejor el oficio de pensar. No sabía «si ir a una ciudad devastada o a una por devastar». No hay que olvidar que entonces la confrontación religiosa entre católicos y protestantes experimentaba su más encarnizada realidad. Ni que esta confrontación era especialmente cruenta precisamente en el sur de Alemania, donde él nació, y en Austria y en Bohemia, donde pasó la mayor parte de su vida. Protestante y educado en la confesión de Augsburgo, pero de creencia libre, fue también rechazado por sus propios correligionarios. Lutero había defendido la interpretación libre de la Biblia, pero sus sucesores no lo entendieron así. Al contrario, los católicos, y en especial los jesuitas, quisieron atraer al catolicismo a tan respetable científico, pero él prefirió reiteradamente ser expulsado a la negación de su fe.

Así, abandonó Graz por Praga, Praga por Linz, Linz por Zagan. Iba en busca de paz, pero el enfrentamiento religioso emigraba tras él. Podría haberse quedado en estas ciudades si hubiera renunciado a sus creencias. Y podría también haber vuelto a su patria, a la Universidad de Tubinga, pero su integridad fue extrema. Así pues, como todos los grandes científicos de esa época, sufrió la intolerancia religiosa. Pero el caso de Kepler es distinto: padeció la intolerancia por su creencia, no por su ciencia. El modelo del mundo de Copérnico era rechazado tanto por Lutero como por el papa y, sin embargo, Kepler lo aceptó desde muy joven y lo defendió toda su vida sin que apenas fuera molestado por ello. Sí que es cierto que sus libros figuraron en el Índice de libros prohibidos, pero, como bien le dijo un amigo a modo de consuelo, no debía preocuparse por ello: esos eran los que más se leían.

Copérnico tuvo que declarar que el movimiento de la Tierra no era real, sino una estratagema matemática para simplificar los cálculos. Por cierto, sobre esto opinaba Kepler que aceptar una Tierra inmóvil para leer el libro de Copérnico era como quemarlo antes de comenzar su lectura. Tycho Brahe no sufrió persecución religiosa, fue más bien una persecución por sus derroches y su tiranía, aunque su exilio en Dinamarca tenía también una ligera motivación de este tipo. Galileo fue obligado a renunciar a sus ideas y vivió sus últimos años con la Inquisición en casa. Y Giordano Bruno murió quemado vivo. Sin embargo, Kepler fue admirada y respetado por su ciencia, tanto por los calvinistas como por los luteranos, los católicos y los jesuitas. Pero, aun así, fue expulsado de todos los sitios donde vivió. No ajeno a los avatares de su vida fue el histerismo colectivo que se extendió por toda Europa con la persecución de la brujería. Una tía suya, la que le había criado en buena parte, fue quemada por sus tratos con el demonio. Y, más adelante, su propia madre fue denunciada, condenada y encarcelada por bruja.

También se le an1enazó con el tormento si no confesaba, pero ella, tan íntegra como su hijo, se negó rotundamente. Kepler la defendió con todo su tesón, su prestigio y su inteligencia hasta conseguir su libertad, pero el proceso duró varios años. Y al final, solo consiguió que no muriera en la cárcel, porque no sobrevivió libre más que unos meses. Así pues, sin ninguna duda la brujería condicionó enormemente la vida de Kepler. Otro aspecto que hay que destacar en la vida y en la obra de Kepler es la astrología, vista como algo diferente de la astronomía, pero ambas conviviendo inseparablemente en su mente. ¿Creía realmente en la astrología? Algunos piensan que no, que se veía obligado a ejercerla. No hay que olvidar que los cargos de Matemático Territorial y Matemático Imperial que desempeñó tenían como parte de las tareas asignadas la elaboración de «calendarios» y cartas astrales, ni que sus más entusiastas mecenas eran, más que aficionados, adictos a la astrología que esperaban de su protegido asesoramiento y predicciones. Sus calendarios tenían que incluir previsiones meteorológicas basadas en la astrología, así como vaticinios personales, políticos o militares. Y no hay que olvidar que la fama y el prestigio popular de Kepler se basaba más en su quehacer de astrólogo que en el de astrónomo.

No obstante, hay razones para pensar que Kepler sí creía realmente en la astrología, era otro fruto de su credulidad. Sus escritos y cartas están adornados con cuestiones astrológicas sin finalidad comercial aparente. Incluso creyó presagiar su propia muerte porque justo antes los planetas tenían la misma disposición que cuando nació. Quizá, para cerrar este tema, podríamos decir que despreciaba a los astrólogos pero cultivaba la astrología. Kepler ha pasado a la historia como el científico que descubrió las tres leyes del movimiento planetario que llevan su nombre y que nos han enseñado desde la niñez. Ciertamente, su descubrimiento es digno de todo encomio y las enunciamos aquí como su más conocida contribución a la ciencia actual: – Primera: La órbita de un planeta es una elipse, en uno de cuyos focos está el Sol. – Segunda: El segmento que une el Sol y un planeta traza áreas iguales en tiempos iguales. – Tercera: El cuadrado de los períodos del movimiento de traslación de los planetas alrededor del Sol es proporcional al cubo de sus distancias medias al Sol.

Téngase presente que para Kepler el sistema planetario era prácticamente el mundo entero. El resto eran estrellas fijas sin tanto interés como el Sol y los planetas, que ocupaban el centro del universo. Pero pese a toda la admiración, veneración incluso, con que la ciencia actual aplaude el hallazgo de estas tres famosas leyes, no es, quizá, su más destacada contribución a la astronomía moderna. Kepler fue, muy probablemente, el primer astrofísico, quien primero pensó que la física y la astronomía no eran diferentes y que había que buscar causas físicas en el movimiento de los astros. Anteriormente siempre se había buscado un modelo geométrico que reprodujera los movimientos. En su mente convivieron la abuela (la astrología), la madre (la astronomía) y la hija (la astrofísica). Su pretensión de aunar física y astronomía fue criticada en su tiempo por colegas muy cercanos.

Ver más
  • Introducción
    Capítulo 1 El Astrólogo Y Visionario
    Capítulo 2 El Astrónomo
    Capítulo 3 El Astrofísico
    Capítulo 4 Repercusión En La Ciencia Actual
    Capítulo 5 El Escritor
    Lecturas Recomendadas
    Índice
  • Citar Libro

Descargar KEPLER: El Movimiento Planetario. Bailando con las Estrellas

Tipo de Archivo
Idioma
Descargar RAR
Descargar PDF
Páginas
Tamaño
Libro
Español
159 pag.
19 mb

Déjanos un comentario

No hay comentarios

guest
0 Comentarios
Comentarios en línea
Ver todos los comentarios
0
Nos encantaría conocer tu opinión, comenta.x